miércoles, 3 de junio de 2009

El viaje

HUEVOS BOLIVIANOS

“Alguien dijo alguna vez que, siempre recibimos a cambio lo mismo que ofrecemos…”
-Un supercombo torpedo beef, un Mc pollo gigante, 2 maxiconos de papas fritas, 2 gaseosas grandes, de postre un max sundaee, y un cono triple de mousse de chocolate...a y queremos llevar para el viaje de regreso: 5 docenas de medialunas para todos...
-Ok son $97,20...
Nos miramos asombradas, desilusionadas, estábamos como cuando jugábamos a la mancha hielo, congeladas, estancadas en el medio del salón de comidas, la enorme cantidad de gente a la que no estábamos acostumbradas, seguía corriendo de acá para allá, gritando, haciendo cola para encontrar mesa, los ruidos de la calle funcionaban de banda sonora perfecta, no lo olvido, era como mirar una película, nosotras paralizadas, y la cinta seguía rodando, como si nada se hubiese salido del guion...Pero el final que habíamos escrito con tanta anticipación y entusiasmo, se nos revelo y escribió una historia distinta que no quisimos ver...
Todo comenzó el día en que la maestra de 5°grado, Gladys nos anuncio que íbamos a ir de viaje a Buenos Aires, a conocer el zoológico, el jardín japonés y luego a comer en un Mc Donald's...
Ese mismo día, con mi mejor amiga, Agustina, habíamos empezado a organizar aquel "famoso" viaje, era tanta la emoción, la alegría de conocer la gran ciudad, de comprar una cajita feliz, que ya habíamos imaginado todo lo que haríamos, que ropa nos íbamos a poner, las fotos que íbamos a sacar, pero esto de organizar, planear tanto las cosas, imaginar los hechos antes de que lo sean, no funciono.
Era primavera, y unos meses antes habían comenzado la escuela dos compañeros nuevos, Estela y Jorge, eran bolivianos y trabajaban en una quinta (lejos del barrio al fondo, muy al fondo como se dice, seguro venían caminando pobres, por eso se les gastaban las zapatillas) sembrando frutas y verduras, donde también vivían, junto con muchos hermanitos, primos, tíos, abuelos, todos juntos, todos salían a vender, los grandes, los chicos, los más chicos, todos. Se veían de mañana, de tarde, a la nochecita, tocando puertas, vendiendo sus verduras, en los mercados, remolcando con un caballo chueco una carreta gastada, sucia, rota, atada con trapos a unos palos viejos, era más bien un carro improvisado con unas chapas oxidadas y unas maderas secas.
Eran muy tímidos, por lo que no sabíamos mucho de ellos. Aun así, no quisimos que se perdieran el viaje. Entonces tuvimos una gran idea, "la colecta del huevo", es un recurso muy utilizado en los pueblos chicos como el mío, se trata de ir casa, por casa a pedir un huevo, o los que te puedan dar, a cambio de la pura solidaridad de los vecinos, luego se envasan con papeles de diario de media docena, y se venden en los negocios, supermercados, despensas, carnicerías, etc. Con el fin de juntar dinero para un viaje de egresados, o cosas por el estilo.
Así, luego de unos días de preparativos, buscamos cajas, diarios, fuimos a la escuela para hablar con las autoridades para que nos dejaran avalar nuestro discurso, le contamos nuestro plan, ayudar a Estela y Jorge a pagar el viaje a Buenos Aires, nos felicitaron y aclaramos que fuera una sorpresa, por lo que lo mantendríamos en secreto hasta unos días antes del viaje.
Dos semanas, fue el tiempo que trabajamos, día, tarde, sábados y domingo, $120, el dinero que juntamos, el cansancio, incalculable, la ansiedad por que llegue ese día y ver sus caritas felices...Inagotable. Teníamos toda una rutina armada, Agus se quedaba a dormir en casa los fines de semana, nos levantábamos bien temprano, mi mama nos ayudaba a empaquetar los huevos con el diario y mi hermanito, Juan Pablo también salía con nosotras, nos recorríamos todo el barrio, Villa Sanguinetti, un pequeño barrio a las orillas de la ciudad, cuenta con unas 350 viviendas, todas exactamente iguales, una capilla, una escuela, una calle principal, Amadeo paz, que hace las veces de avenida ya que es la única calle pavimentada, sobre esta, y a lo largo de doce cuadras hay un supermercado, la panadería Martin Fierro, una ferretería, la peluquería de Susy, un kiosquito, y el club, El club atlético comunitario Villa Sanguinetti, donde Agus y yo Jugábamos al futbol en la liga femenina por muchos años. También fuimos a la escuela a venderles a las maestras, y a la salita de emergencias que está enfrente, Como nos conocían, todos nos compraban, y aun más cuando le contábamos la causa, y con algunos negocios más por dentro del barrio juntamos $120. La alegría nos inundaba, estábamos muy contentas, nos alcanzaba para pagarles el viaje a los dos y aun nos sobraban $20 para cada uno para que llevaran algo para comer.
Llego el día, faltaban dos para el viaje y decidimos darles la gran noticia a Estela Y Jorge, iban a ir a Buenos Aires con todo el curso. La maestra lo anuncia en el salón, todos callados, nosotras nerviosas, y cuando dice de quienes fue la iniciativa nos sentíamos grandes y orgullosas, los compañeros, todos nos aplaudieron, ellos, Estela y Jorge, mmm, bueno eran muy tímidos, por eso no nos agradecieron con la euforia que habíamos imaginado, pero igual aceptaron, el dinero.
Al fin viajamos, recuerdo era una mañana muy fría y con mucha niebla, pero estábamos tan ansiosos que nada importaba, cantábamos, saltábamos, toda una fiesta, entre el tumulto no vimos llegar a Estela y a Jorge, pero ahí estaban, solitos, apartados, sentados en el cordón de la vereda. Nos subimos al micro y partimos. Fue un recorrido de 180km desde mi ciudad Arrecifes. Tanto preparativo, y al final Agus y yo, nos quedamos dormidas durante todo el viaje. Entrando a Buenos Aires nos despertamos, vimos el hermoso, extraño y colorido paisaje de la ciudad, los semáforos, tantos autos, colectivos, ver, oír, eso era el viaje, monumentos, edificios tan altos que llegaban a las nubes, nunca habíamos visto algo así. Fuimos al zoológico, después al Jardín Japonés, nos encanto darles de comer a los peces del lago. Estela y Jorge se veían muy felices. Luego, y lo más esperado por todos. El Mc Donald´s, no sé porque, pero a esa edad, y por ese entonces la cajita feliz era un tesoro muy preciado para nosotros, ya que solo lo veíamos por la tele.
Allí fue como todo nuestro plan, todo lo pautado que ocurriría, no sucedió. Nuestros ojos habían visto otro mundo. Nuestra inocencia, se volvió prejuicio, ¿cuándo? Solo hoy puedo verlo así, y me rio. Cada vez que nos vemos, es inevitable recordar aquel papelón. Pero no hubo risas en aquel momento, fue decepcionante para nosotras.
-Un supercombo torpedo beef, un Mc pollo gigante, 2 maxiconos de papas fritas, 2 gaseosas grandes, de postre un max sundaee, y un cono triple de mousse de chocolate...Ha y queremos llevar para el viaje de regreso: 5 docenas de medialunas para todos...
-Ok son $97,20...
En ese instante Jorge saca la billetera y paga.
Así fue, imaginar los hechos, antes de que lo sean. Ellos no tenían por que acláralo, por eso cuando le entregamos el dinero que habíamos juntado, no les genero la emoción que esperábamos, y como no entendían porque, lo aceptaron. Y esto acá no termina.
Llegamos a Arrecifes, paramos en la escuela donde nuestros padres nos irían a buscar, íbamos bajando del micro y estacionada enfrente estaba una camioneta espectacular, la recuerdo perfecta, negra, nueva, brillante. Para aplomar nuestro asombro, Estela y Jorge nos saludan y se suben a ella.
En aquel acuerdo tácito, salimos perdiendo, pero aprendimos a mirar sin prejuicio, a que lo importante no es lo que nos sucede, sino lo que hacemos al respecto, aprendimos que con los amigos podemos hacer cualquier cosa, o no hacer nada, y tener el mejor de los momentos.
Aprendimos que la madurez tiene más que ver con las experiencias y lo que hemos aprendido de ellas, que con el número de años cumplidos.

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